lunes, 13 de agosto de 2012 | By: Akasha Okuma

Capitulo 2 ~Parte 1~

El coche andaba con rapidez, sin embargo para la pelirroja todo parecía demasiado lento, como si viese una de esas películas en las que todo se mueve a cámara lenta para aumentar la tensión del momento. La inseguridad y la incertidumbre se apoderaban de ella conforme avanzaba el coche, ¿a dónde se suponía que iba? Un brillo en sus ojos grises apareció rápidamente al ver un desvío en la autopista que llevaba al pueblo en el que vivían sus abuelos, aquellos que siempre la habían ayudado a librarse de las palizas de su padre, pero ese brillo desapareció tan rápido como vino al ver a su padre ignorar la salida. No se atrevió a preguntar nada, sabía lo que pasaría si abría la boca y molestaba a su padre.

Pronto el coche se frenó de golpe y el padre de Lynn salió del coche y se dirigió al maletero, Lynn quedó paralizada, con miedo de lo que pudiera ver una vez saliera del coche. Por su cabeza se pasó la posibilidad de ser vendida a una mafia o cualquier locura por el estilo. Ella sabía que su padre era perfectamente capaz de hacerlo. Pronto su padre estiró de su brazo obligandola a salir del coche, después comenzó a andar cogiendo firmemente el brazo de Lynn, que no protestó a pesar de comenzar a sentir algo de dolor. Con la mirada divisó algo que parecía ser su pequeña maleta negra, poco después divisó lo que parecía un pequeño aeropuerto que tenía la pinta de no haber sido usado en años. Entraron el lo que parecía un pequeño vestíbulo no muy iluminado y demasiado silencioso y vacío. Su padre desapareció tras entregar la maleta a Lynn y decirle con la mirada que no se moviera.

La pelirroja pareció haber dejado de respirar, obedeciendo a quien tanto daño le había hecho. Sentía que las últimas horas de su vida estaban cerca, pronto una voz la alertó sacándola de sus pensamientos.

- Lynn Castle ¿no? - Preguntó un hombre de unos treinta y pocos años, abundante pelo negro azabache y mirada oscura y atenta que parecía temer que algo malo fuese a ocurrir en cualquier momento. Lynn asintió tranquila, sin mostrar su miedo. Este no volvió a hablar, cogió la pequeña maleta de Lynn y le hizo un gesto para que la siguiera, ella tampoco habló. No tardaron mucho en entrar a un avión, no había mucha gente y nadie parecía seguir los protocolos usados habitualmente en cualquier otro aeropuerto, pero ella siguió sin hacer preguntar. Poco después de que el avión despegara el nervioso e inquieto hombre volvió a hablar.

- Me llamo Kevin Storm - Los ojos grises de Lynn se pararon otra vez en el extraño sujeto y su particular forma de hablar, parecía nervioso y gesticulaba demasiado. - Conocí a tu padre hace mucho... y deduzco que no sabes a dónde te diriges.. - Comentó desviando su mirada hacía la pequeña ventana. - ¿Me equivoco? - Volvió a hablar esperando que Lynn hablase, ella se limitó a negar con la cabeza. - Bien... Te diriges a una isla poco conocida. De poco serviría decir el nombre.. - Lynn se abrazó a si misma, el frío era casi insoportable dentro de aquel avión. Por su cabeza se pasó un recuerdo que la hizo sentirse mal. Su madre siempre la había querido, pero ella no fue capaz de verlo, se odiaba a si misma por su cuerpo.. Tras la muerte de su madre adelgazó bastante, pero eso no la alegró, ahora su padre la dañaba. ¿Por qué no habría sido feliz cuando tenía a su madre? Al menos había aprendido a fingir, a explicar que era su padre quien racionaba sus comidas, quien le creaba las cicatrices y quien parecía querer matarla.

- Vas a un hospital psiquiátrico.. - Dijo al fin el hombre sacando a Lynn de sus pensamientos. - Créeme.. estarás mejor allí que con tu padre.. No diré nada si no quieres, pero sé lo que te hizo ese.. - Su voz se apagó al ver entrar a una mujer de poco más de veinte años. Kevin se levantó y sonrió a la joven, desapareciendo junto a ella. Pronto volvió y ofreció a Lynn una manzana, ella miró con repulsión la manzana pero aceptó. Nunca le había gustado comer en los aviones. Él no volvió a hablar hasta que el avión hubo despegado, tres horas después.

Kevin caminó delante de Lynn, mientras está parecía admirar el gran jardín que bordeaba al psiquiátrico. Todo era muy bonito y Lynn habría querido salir corriendo, quizás porque jamás se había sentido del todo libre. Sin embargo siguió los paso de Kevin de cerca. - ¿Te gustan? Por la parte de detrás del psiquiátrico hay un bosque enorme. Nadie sabe exactamente que hay dentro, nadie se atrevió a entrar nunca. Está prohibido, y incumplir las normas aquí te puede salir caro.. - Lynn sonrió levemente ausente, no le importaba que estuviese prohibido ir a pasear, ella quería hacerlo aunque fuese una sola vez. Una vez llegaron Kevin dijo a Lynn que debía esperar a su doctor sentada en el vestíbulo. Lynn volvió a quedarse sola en un extraño vestíbulo en el cual pasaba gente, algunos médicos, algunos pacientes.. Pero nadie que Lynn pudiera reconocer.
jueves, 9 de agosto de 2012 | By: Akasha Okuma

Capitulo 1 ~Parte 4~


La puerta se abrió lentamente abriendo paso a una oscura y pequeña habitación de la que hacía años que nadie salía. El olor a incienso y a algo indescifrable hizo al hombre dar un paso atrás. ¿Cómo podía vivir alguien en esas condiciones? Con una de las manos tapando su nariz buscó el interruptor de la luz, cuando al fin lo encontró lo pulsó varias veces, comprobando que no había ninguna posibilidad de saber por donde andaban. Ninguna voz podía distinguirse, tampoco ninguna figura en la oscuridad. Nada que demostrase que alguien llevaba años encerrada allí, el agente dio un paso adelante tropezando con algo de basura, un estruendo metálico alertó al hombre y a la mujer que había aparecido tras él.

El hombre se inclinó y, entre comida en plena putrefacción, por suerte llevaba guantes, encontró un oxidado cuchillo con algo que podría ser sangre seca. Rápidamente sacó una linterna, esperando encontrase con lo peor, un cadáver. Pero al iluminar una de las esquinas vio algo mucho peor, una pálida y delgada chica yacía en una esquina, encogida y parecía estar dormida.

- Coraline - La voz del hombre logró despertar a la joven, que rápidamente abrió los ojos y se encogió aún más, empezando a sollozar pidiendo perdón. En la mente de Coraline volvieron a aparecer los mismos ojos que hace unos años destruyeron sus pocas ganas de vivir. El agente retrocedió unos pasos dejando que fuese la enfermera que iba tras él quien se acercase a la joven.

- Coraline, han venido a verte. Quieren hablar contigo. Van a atrapar a quien te hizo.. eso.. - La voz de la enfermera, una mujer alta de cabello muy rubio, casi albino, y rizado, sonaba dulce y casi maternal. Ella seguía temblando en una esquina, con miedo de lo que pudiera pasarle. - No te van a hacer daño. - Coraline se puso en pie y se tambaleó entre los restos de comida, las bolsas vacías y toda aquella basura que había acumulado durante los últimos años. No miró a los ojos al agente, simplemente lo siguió hasta una sala demasiado iluminada para su gusto, tantos años sin luz habían provocado que la simple luz de una bombilla quemase su piel.

- Bien.. Eres Coraline Collins ¿no? - Murmuró el agente sentándose en la silla que quedaba en el interior de la habitación y rebuscando entre algunos documentos que Coraline no quiso mirar por temor a que relataran su caso. Con paso indeciso se sentó en la silla que quedaba al otro lado de la mesa en la que yacían los documentos. Nadie parecía haberse fijado en las heridas de sus brazos, ni en la gran cantidad de sangre que tenía en su vestido blanco. - Nadie me cree... Él ... está aquí... cerca... - La voz nerviosa de Coraline se oía ahora en un tono de voz demasiado elevado, sonando a amenaza.

- Lo sabemos. Juliet ha sido secuestrada. - Dijo el agente con su rostro serio mientras acercaba a Coraline una foto de su hermana pequeña. El rostro de Coraline se transformó rápidamente. - ¿¡Se llevó a Juliet!? ¡La matará! ¡Deben hacer algo! - El corazón de Coraline iba rápido, tenía miedo, miedo por que su única familia muriera o la dañaran como le hicieron a ella. - Tranquilízate. Tu hermana está a salvo. - El hombre volvió a revolver los papeles y sacó lo que parecía ser un expediente, Coraline se fijó por primera vez en el rostro del hombre esperando a que leyera el expediente en voz alta. El hombre parecía ser bastante mayor, su pelo era canoso y en su rostro se notaba el horror de haber conocido crímenes demasiado crueles. Pero el hombre no leyó nada, sino que le puso el expediente de Juliet al lado para que lo leyera.

- Tu hermana, según tengo entendido, padece un trastorno de la personalidad antisocial. Es.. lo que se llama una sociopata ¿no? - El hombre se había levantado y caminaba pensativo, cuidando bien las palabras que usaba. Coraline asintió con un rostro bastante horrorizado, odiaba esa parte de su hermana. - Pues según el perfil que se le atribuye a tu agresor - una mueca apareció en el rostro de Coraline - él es un psicópata que probablemente intente manipular a tu hermana. Ella sobrevivirá simplemente porque para él será útil. Si tenemos suerte y tu hermana es lo bastante lista.. - La mirada de Coraline fulminó al agente - que no dudo que lo sea, se mantendrá con vida hasta que la encontremos.

- ¡La va a dañar! ¿No lo entiende? Hará que ella misma le pida que la mate.. - Coraline se derrumbó y comenzó a llorar desconsolada. Pero el agente no dijo nada, se quedó callado mientras repasaba la situación. - La ayudaremos.. haremos todo lo posible para que esté de vuelta contigo. - Una leve sonrisa se dibujó en su rostro con la intención de calmar el llanto de Coraline - Bueno, debo informarte de que te cambiaran de habitación. Irás a aislamiento durante unas semanas, creen que estarás más segura allí, y esas heridas no deberían existir. - El tono usado por el agente no mostraba reproche, pero a Coraline le dolieron esas palabras. Pronto las enfermeras le mostraron su nueva habitación, estaba mucho más limpia y la luz era realmente molesta. A regañadientes se instaló en esa habitación, dónde sus oportunidades de regresar junto a su hermana se habían desvanecido.
domingo, 5 de agosto de 2012 | By: Akasha Okuma

Capitulo 1 ~Parte 3~


La sesión de fotos había sido agotadora, sus ojos estaban cansados y bajo el maquillaje las ojeras eran cada vez más oscuras. Se encaminó hacia el baño, como siempre hacía, por el camino cogió una botella de agua y sonrió al Sr. Meyer en un intento de comunicarle que todo estaba bien, obviamente hacía mucha que nadie creía que ella estuviese bien, por mucho maquillaje que usase para tapar sus ojeras, ni por muchas sonrisas que dedicase a su tutor.

Cerró la puerta detrás de ella y suspiró aliviada de perder de vista la cámara y a los fotógrafos. Incluso la aliviaba perder de vista la triste mirada del Sr. Meyer, él ya se habría dado cuenta de que algo andaba mal. Se apoyó contra la puerta para evitar perder el equilibrio, pasó unos minutos quiera, en silencio. Cuando el leve mareo que la había invadido minutos antes se incorporó poniéndose frente al gran espejo, un espejo en el que se reflejaba una extraña distorsión.

Bajó la mirada para ocultar al reflejo del espejo como una lágrima se deslizaba por su rostro estropeando el maquillaje que tanto le costaban ponerse por las mañanas. Está vez no ganaría. Echó agua en su cara para retirar el estropeado maquillaje y dejó que sus lágrimas se esfumaran junto a sus sueños, cayendo por una cañería en dirección a-quien-sabe-donde. Estaba cansada, demasiado.. ¿Cuánto tiempo hacía que no dormía? ¿Por qué no lo hacía? Nunca tenía una respuesta a esas preguntas, pues el espejo no era el único que se lo preguntaba.

Alzó la mirada, sin el orgullo que solía verse en las chicas de su edad que habían llegado donde ella estaba ahora, modelo. Incluso le habían ofrecido probar y meterse en el mundo del cine. Ella obviamente había aceptado, mejor dicho el Sr. Meyer había aceptado por ella, era algo habitual en él, no solía consultar nada con ella. Sus ojos marrones intensos se veían sin brillo y sin color, parecían haberte desteñido y su pelo parecía que iba a quebrarse y que su habitual negro brillante se había ido de vacaciones muy lejos, y probablemente jamás volvería.

Abrió una pequeña bolsa trasparente y arrojó su contenido al mármol oscuro del mueble, pastillas blancas y pequeñas cayeron dejando un poco de polvo blanco al impactar con el mueble, Ann sonrió intentando no mostrar a si misma el dolor que escondía. Cogió las pastillas y las tomó, lo más rápido que pudo. ¿Cuántas había? ¿Treinta? ¿Cincuenta? Ann no las había contado, pero tampoco le importaba, sabía que era todo lo que necesitaba.

Sus ojos estaba abiertos, pero su mirada comenzó a nublarse, poco a poco la habitación se volvió negra, sus piernas comenzaron a flaquear. Un fuerte golpe resonó en el baño, pero la puerta estaba cerrada. Nadie debería entrar. O quizás si. Otro golpe dañó los oídos de Ann, que yacía en el suelo prácticamente inconsciente. Alguien comprobó que aún tenía pulso y la cogió en brazos. Ann tenía sus ojos cerrados y una sonrisa en su rostro. Pronto la oscuridad dio paso a una fuerte luz, blanca. Extraña. ¿Dónde estaba? ¿Lo había conseguido? ¿Estaba muerta?
lunes, 30 de julio de 2012 | By: Akasha Okuma

Capitulo 1 ~Parte 2~


“Palabras..Palabras falsas... Las palabras mienten.. nada de esto es real.. cuando abras los ojos su voz se habrá ido...” Un leve murmullo se oía dentro de la oscura habitación, nadie lo escuchaba porque tras la puerta volvían a oírse los gritos de desesperación y los golpes contra la puerta.

- Ingenuos.. aún piensan que vas a abrir esa puerta.. - Susurró algo en el oído del que intentaba estudiar. - Esta noche empezará todo.. Esta es tu noche.. - Otro leve hilo de voz impidió que el joven pensara con claridad, esas palabras se confundían con sus propios pensamientos haciendo que nada de lo que intentaba estudiar tuviese un sentido. Suspiró otra vez levantándose de la silla y rodeando la habitación, con esa voz detrás de él. Pero él no era idiota, no volvería a girarse para comprobar que la habitación está vacía.

Golpeó el armario y se encogió en el suelo, con lágrimas en los ojos. “DEJAME EN PAZ” Chilló mientras abrazaba sus rodillas, nada le importaba ya. No quería oír las amenazas de sus padres, tampoco las sugerencias de esa estúpida voz. Quería ser libre de una vez, dejar de oír a aquel que no existía. Entre lágrimas y gritos pidiendo soledad el reloj, que yacía en el suelo, empezó a sonar más fuerte un “tic, tac” que le recordó que la noche se acababa. Pero la voz no se rendía. “ Vamos Andy.. sabes que quieres hacerlo...” La voz sonaba cada vez más tentadora, hasta que al fin Andy se puso la sudadera y cogió algunas cosas que más tarde le serían útiles.

Cuando la voz le informó de que ya era la hora abrió con cuidado la puerta de su habitación, hacía varias semanas que apenas comía, únicamente lo que robaba durante las noches, pues le estaba prohibido salir de su habitación, Freddie decía que no era seguro, que la policía lo encerraría. Caminó de puntillas con la mochila colgada en su espalda, la llenó con algo de comida y un par de botellas y se dirigió a la puerta que daba a la libertad. Justo cuando la abrió la luz del pasillo se encendió.

Andy salió corriendo con miedo, no podían pillarlo. No ahora. Se ocultó en el pequeño bosque que empezaba enfrente de la casa de sus padres, no fue difícil perderse entre los árboles y perder de vista la pequeña casita en la que vivió los peores años de su vida. No podía recordar con exactitud cuando “nació” Freddie, pero si podía recordar la primera vez que obedeció a esa molesta voz. Su mirada se perdió en la nada mientras intentaba concertrarse, recuperar la cordura, pero sabía que eso era imposible. Comenzó a correr otra vez sin ninguna dirección concreta, simplemente quería descargar toda la rabia que ahora sentía sobre él, presionándolo, obligandolo a dudar, a querer golpearse..

El pelo de Andy había crecido demasiado durante las semanas que había permanecido encerrado, eso hacía que sus ojos azules quedaran ocultos tras su pelo rubio, dificultando su vista.

Un dolor punzante apareció en su rostro a la vez que caía, con la mirada nublada y sabor a sangre en su boca. Andy quedó encogido en el suelo, incapaz de moverse o protestar ante los insultos de Freddie. Pronto cerró los ojos, sumergiéndose en un sueño difícil de perturbar...
domingo, 22 de julio de 2012 | By: Akasha Okuma

Capitulo 1 ~Parte 1~


- ¡No digas estupideces! Sabes que eso no es verdad. - Lynn reía tirada en el suelo mientras empuchaba a su acompañante para que también acabase en el suelo. El césped seguía mojado por la lluvia que había amenazado con un nuevo día de frío durante la noche, pero para sorpresa de todos el sol había salido y la temperatura era bastante agradable.
- ¿Me lo vas a volver a negar? - La risa de Lynn dejó de oírse durante unos minutos en los que fingió estar pensando. Al fin asintió riendo de nuevo, pero su acompañante no aceptó su negativa, se sentó sobre ella y empezó a hacerle cosquillas. - Vamos admítelo, no seas cobarde. Te he visto mirarle. - Charlotte ocultaba algo de verdad en su broma, sabía que Lynn llevaba un tiempo mirando a un chico, probablemente le gustase pero todos sabían que Lynn era ese tipo de niñas inocentes que basan sus relaciones en abrazos y sonrisas. A sus catorce años, Lynn era una chica pelirroja quizás demasiado delgada pero de gran belleza. Charlotte no pasa un día en el que no recuerde a la Lynn del pasado, a la chica triste que apenas hablaba con nadie. Pero todo aquello era agua pasada, Lynn era ahora una niña alegre que jamás perdería una oportunidad de divertirse, o al menos eso aparentaba.

- ¿Mirarle yo..? Estás de bro.. - Lynn no fue capaz de acabar su frase, un gran pitido taponó sus oídos y su vista se nubló volviéndose totalmente negra. De fondo pudo oír gritos, gritos indescifrables pero que reflejaban miedo. Al segundo siguiente se sumergió en un sueño, lo próximo que sintió fue algo metálico sobre la fina camisa negra, fuertes ruidos llamándola, pero ella no quería ir, se sentía bien en ese espacio vacío, silencioso..

Su sueño se interrumpió, pero no para regresar a la realidad, sino para recordar.. La puerta de su habitación se abre con sigilo, ella mira con miedo la imagen oscura que se acerca a ella. Pero para su desgracia no es su hermano gritándole, tampoco su madre castigandola por seguir despierta.. es la misma visita de cada noche. La ansiedad crece y se levanta con miedo... Todo se vuelve negro, vuelve a sentir el mismo dolor.. Tras eso el inmenso vacío se desvaneció, ahora todo volvía a ser negro, unos instantes después abrió los ojos con dificultad y se encontró en el lugar que desconocía.

Una brillante luz blanca obligó a Lynn a volver a cerrar los ojos, ¿dónde estaba? ¿qué había pasado? Algo aturdida hizo un ademán de levantarse, pero un fuerte dolor y algo en su brazo le impedían moverse, llevó su mano izquierda al motivo por el cual no pudiera moverse. Una vía. Era algo que Lynn conocía bastante bien, ¿cuantas veces había acabado en un hospital malherida? Cerró los ojos conteniendo sus lágrimas, no quería ver a los médicos, tenía miedo. Otra vez la acusarían, esta vez no se libraría.. La enfermera entró en la habitación y le sonrió de forma fría. Odiaba esa sonrisa pues para Lynn era un sentencia a muerte. Mientras la enfermera tomaba la temperatura de Lynn, que yacía totalmente pálida y encogida entre la fina sabana blanca, entró el médico al que tanto temía Lynn.

- Nos volvemos a ver señorita Castle.. - Murmuró mientras ojeaba unos papeles. - ¿has vuelto a desmayarte? - hizo una mueca y se acercó a Lynn tomando el termómetro - ¿sabes lo que significa eso? - Murmuró sin prestar atención a la paciente. Claro que sabía lo que le sucedería, pero no había sido culpa suya, ella nunca tuvo esa estúpida enfermedad. Mientras Lynn asentía con miedo el médico se acercó a ella y le puso una pulsera blanca. - Bueno Castle, hablaré con tu padre y después pasaré por aquí para hacer oficial tu ingreso en el hospital. - Lynn se paralizó por el miedo y protestó en silencio, con lágrimas en sus ojos. Ya daba igual todo lo que dijese, estaba todo perdido.. ¿quien iba a creerla? Todos los síntomas de esa dichosa enfermedad se podían ver en ella, pero Lynn no estaba enferma, ella tenía un problema mucho más grave que eso.

Varios días después llegó el padre de Lynn y le informó que volverían a casa. Lynn se sintió feliz durante unos segundos, pero pronto se borró su alegría, debía volver a casa.. Subió al coche temerosa, “el viaje será largo” informó el padre. Lynn quiso preguntar, pero se silenció, realmente su casa quedaba cerca del hospital..
domingo, 15 de julio de 2012 | By: Akasha Okuma

Introducción


Un mes.. Un mes entero encerrada en una habitación oscura sin más compañía que algo de comida, y no es que a ella le agradase mucho esa compañía. Por suerte aún no había visto a nadie, sufría su cautiverio en silencio, sin nadie que se acercase a ella. Sus ojos se abrieron con dificultad al oír un ruido que no había escuchado en todo el mes. Una puerta se abría, intentó volver a gritar, gritar tan fuerte como lo había hecho durante las primeras semanas pero se contuvo, sus muñecas seguían fuertemente atadas por cuerdas y el dolor era cada vez mayor. Su pelo oscuro estaba enredado y sucio, aunque era algo totalmente normal, llevaba un mes encerrada quién-sabe-dónde sin una explicación. Simplemente un plato de comida al despertar, pero ella jamás probó esa comida, quizás en alguna ocasión cogiese algo de pan, pero tenía por costumbre no comer nada, y menos si no conocías su procedencia.

La mirada oscura de Coraline buscó algún signo de movimiento en la habitación, pero no vio nada a pesar de tener los ojos adaptados a la penumbra. Se encogió en un rincón de la pequeña habitación, deseando dormirse otra vez para no seguir teniendo “alucinaciones”, pero una fuerte luz blanca la desveló totalmente, no habían sido imaginaciones suyas. Un hombre de un metro noventa, pelo oscuro y sonrisa siniestra se encontraba en la puerta, cerrándola con llave. La forma de vestir del extraño era bastante llamativa, era oscura y en ella abundaban las cadenas. Coraline respiró hondo intentando mantener la calma. Algo le decía que no debía fiarse de aquel hombre, pero necesitaba respuestas. La voz del hombre era grave y logró helar la sangre de la joven, que simplemente rezaba porque aquel hombre fuese su salvador.

- Te has despertado ya.. - Sonrió con malicia mientras se acercaba acariciando el pelo negro de la joven neoyorquina. - ¿Dormiste bien? - Preguntó sin borrar esa sonrisa misteriosa de su rostro. Parecía estar hablando con un niño, o quizás con su próxima víctima, pero de las dos formas Caroline se sintió bastante molesta por la mirada fija y penetrante del extraño. El extraño se acercó al lugar en el que siempre aparecía algo de comer y negó con la cabeza como si se dispusiera a regañar a un niño pequeño. - Todas cometéis el mismo error.. Yo que os ofrezco comida para que tengáis algo de fuerza cuando llegue vuestro final... - Comenzó a hablar haciendo breves pausas, pausas en las que recorría con la mirada el pequeño cuerpo de su víctima. - Me has decepcionado Coraline..

- ¿Cómo sabes...? - Mientras Coraline se disponía a protestar, el extraño se acercó a ella poniendo un dedo sobre la su boca y acercándose a la joven hasta hacer que el dedo tocase también la boca de ella. - Shhh.. - La mandó callar mientras acariciaba su mejilla, Coraline intentó alejarse del extraño, pero la pared hizo que su espacio se reduciese a un metro cuadrado escasamente. El extraño cogió las muñecas de Coraline y la obligó a levantarse, obviamente tenía el tripe de fuerza que ella, por lo que no tuvo que hacer ningún esfuerzo. El siniestro visitante de Coraline se quedó mirándola con una sonrisa disimulada en el rostro, le gustaban ese tipo de chicas, nunca oponían resistencia, quizás por la falta de fuerzas, quizás por el miedo, pero él siempre jugó a “sentirse superior”. Claro que no veía inconvenientes en enfrentarse a otro tipo de chicas.


Coraline jamás olvidará ese día, pues allí es dónde comienzo todo. Ella es la única que sobrevivo, la única que pudo contar su historia y alertar a todos. Por desgracia su historia se ignoró por completo.