domingo, 15 de julio de 2012 | By: Akasha Okuma

Introducción


Un mes.. Un mes entero encerrada en una habitación oscura sin más compañía que algo de comida, y no es que a ella le agradase mucho esa compañía. Por suerte aún no había visto a nadie, sufría su cautiverio en silencio, sin nadie que se acercase a ella. Sus ojos se abrieron con dificultad al oír un ruido que no había escuchado en todo el mes. Una puerta se abría, intentó volver a gritar, gritar tan fuerte como lo había hecho durante las primeras semanas pero se contuvo, sus muñecas seguían fuertemente atadas por cuerdas y el dolor era cada vez mayor. Su pelo oscuro estaba enredado y sucio, aunque era algo totalmente normal, llevaba un mes encerrada quién-sabe-dónde sin una explicación. Simplemente un plato de comida al despertar, pero ella jamás probó esa comida, quizás en alguna ocasión cogiese algo de pan, pero tenía por costumbre no comer nada, y menos si no conocías su procedencia.

La mirada oscura de Coraline buscó algún signo de movimiento en la habitación, pero no vio nada a pesar de tener los ojos adaptados a la penumbra. Se encogió en un rincón de la pequeña habitación, deseando dormirse otra vez para no seguir teniendo “alucinaciones”, pero una fuerte luz blanca la desveló totalmente, no habían sido imaginaciones suyas. Un hombre de un metro noventa, pelo oscuro y sonrisa siniestra se encontraba en la puerta, cerrándola con llave. La forma de vestir del extraño era bastante llamativa, era oscura y en ella abundaban las cadenas. Coraline respiró hondo intentando mantener la calma. Algo le decía que no debía fiarse de aquel hombre, pero necesitaba respuestas. La voz del hombre era grave y logró helar la sangre de la joven, que simplemente rezaba porque aquel hombre fuese su salvador.

- Te has despertado ya.. - Sonrió con malicia mientras se acercaba acariciando el pelo negro de la joven neoyorquina. - ¿Dormiste bien? - Preguntó sin borrar esa sonrisa misteriosa de su rostro. Parecía estar hablando con un niño, o quizás con su próxima víctima, pero de las dos formas Caroline se sintió bastante molesta por la mirada fija y penetrante del extraño. El extraño se acercó al lugar en el que siempre aparecía algo de comer y negó con la cabeza como si se dispusiera a regañar a un niño pequeño. - Todas cometéis el mismo error.. Yo que os ofrezco comida para que tengáis algo de fuerza cuando llegue vuestro final... - Comenzó a hablar haciendo breves pausas, pausas en las que recorría con la mirada el pequeño cuerpo de su víctima. - Me has decepcionado Coraline..

- ¿Cómo sabes...? - Mientras Coraline se disponía a protestar, el extraño se acercó a ella poniendo un dedo sobre la su boca y acercándose a la joven hasta hacer que el dedo tocase también la boca de ella. - Shhh.. - La mandó callar mientras acariciaba su mejilla, Coraline intentó alejarse del extraño, pero la pared hizo que su espacio se reduciese a un metro cuadrado escasamente. El extraño cogió las muñecas de Coraline y la obligó a levantarse, obviamente tenía el tripe de fuerza que ella, por lo que no tuvo que hacer ningún esfuerzo. El siniestro visitante de Coraline se quedó mirándola con una sonrisa disimulada en el rostro, le gustaban ese tipo de chicas, nunca oponían resistencia, quizás por la falta de fuerzas, quizás por el miedo, pero él siempre jugó a “sentirse superior”. Claro que no veía inconvenientes en enfrentarse a otro tipo de chicas.


Coraline jamás olvidará ese día, pues allí es dónde comienzo todo. Ella es la única que sobrevivo, la única que pudo contar su historia y alertar a todos. Por desgracia su historia se ignoró por completo.

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